jueves, 15 de marzo de 2012

Revolución antiseñorial (Ansemo Carretero Jiménez, Diario16, abril 1979)

REVOLUCION ANTISEÑORIAL

El gran poder señorial era la característica socioeconómica predominante en la mayoría de los países de la corona castellano-leonesa, tanto en los del viejo tronco de León (Galicia, Asturias, León y Extremadura) como en los de La Mancha, Andalucía y Murcia; pero no en Castilla propiamente dicha, donde las viejas instituciones democráticas y comuneras luchaban a la defensiva contra los continuos ataques del poder real y de las grandes jerarquías de la Iglesia y las oligarquías cortesanas aliadas al trono; ataques que se habían intensificado durante el reinado de Isabel I. Los vascos defendían también celosamente sus instituciones forales. En algunos lugares, como Burgos y Medina del Campo, trataba de afianzarse una incipiente burguesía mercantil.

Contra lo que suele afirmar la historiografía cortesana, los Reyes Católicos no "combatieron a la nobleza para proteger al pueblo". Su propósito era, sobre toda otra cosa, afirmar y extender el poder de la Corona; ayudando a los nobles que a él se plegaban y combatiendo a los que se le oponían. En Castilla, donde no había existido una poderosa aristocracia, los Reyes Católicos la fomentaron para contrarrestar el poder de las instituciones populares y medrar a costa del patrimonio comunero. La secesión de los pueblos del sexmo de Valdemoro y parte del de Casarubios (Chinchón, Villaconejos, Valdelaguna, Seseña, Ciempozuelos, San Martín de la Vega, Brunete, Quijorna... entre otros, todos ellos de la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia, hoy de las provincias de Madrid y Toledo), con brutal ofensa de la justicia y quebrantamiento de lo jurado, para entregarlos en vasallaje a los marqueses de Moya, por ella ennoblecidos en pago de su decisiva participación en el golpe de Estado que la elevó al trono (7), puede señalar, como hito memorable, el comienzo del absolutismo real en Castilla (8).

Como remate de las Cortes de Santiago y antes de salir para el extranjero, el rey nombró regente durante el tiempo de su ausencia a Adriano de Utrecht, designación que colmó el disgusto popular., En muchos lugares estallaron motines contra los procuradores que, cediendo a la coacción o al soborno y contrariando el mandato recibido, habían aprobado el subsidio real.
En Segovia, el pueblo castigó con la muerte la traición del procurador Rodrigo de Tordesilla y linchó a dos recaudadores de impuestos.. Se produjeron levantamientos en otras ciudades. A finales de julio quedó constituida en Avila la Junta General o Junta Santa (porque su causa era la del pueblo y la justicia y, por tanto, de Dios), que sería la máxima autoridad común de lo que ya se había convertido en un amplio alzamiento contra la autoridad real.

El movimiento de las comunidades comenzó a transformarse en una revolución antiseñorial cuando los representantes del pueblo llano impusieron su hegemonía en la Junta de Avila (9). En agosto, Antonio de Fonseca, capitán general de los Ejércitos imperiales, ordena arrasar con fuego Medina del Campo, uno de los centros mercantiles más importantes de los reinos de León y de Castilla, cuyos habitantes se habían negado a entregarle la artillería allí guardada y que él requería para aplastar la sublevación de Segovia. La noticia de este incendió provocó la solidaridad y la cólera de otras ciudades y villas, que acataron la autoridad de la Junta. Sin embargo, muchas otras partes de estos reinos permanecieron leales al emperador. la mayoría de los nobles y los vasallos de los grandes señoríos se incorporaron a los Ejércitos imperiales.

Las discusiones y los choques de intereses encontrados que se produjeron en la Junta de Avila ponen de manifiesto la heterogeneidad política y social del movimiento comunero.

La lucha por la dirección de la Junta entre los moderados que representaban los intereses de la nobleza y de las oligarquías urbanas del país, que hasta entonces se habían opuesto al emperador y sus protegidos extranjeros, y los radicales procedentes de las bases populares provocaron vacilaciones, abandonos de bando que a la larga determinaron la derrota final de la revolución comunera en el campo de Villalar el 23 de abril de 1521 (10).

La revolución, generalmente llamada de "las Comunidades de Castilla", ha sido y sigue siendo causa de muchas confusiones en la historia castellana. Según unos autores aquello fue una explosión nacionalista; según otros, un movimiento social; muchos la presentan como un estallido de contiendas entre señores feudales y de éstos con la corona.. Y de todo hubo realmente en aquellas hondas alteraciones. El embrollo proviene en gran parte de confundir países, pueblos, instituciones y antecedentes históricos, como si Galicia, Asturias, León, Extremadura, Castilla, el País Vasco, Toledo, Andalucía y Murcia fueran un todo homogéneo.

Ferrer del Río ya percibió la complejidad de aquel levantamiento: "Sin que redundara en provecho de ellas -dice refiriéndose a las comunidades alzadas-, hubo además
trastornos en Galicia. Badajoz y Cádiz se agitaron también en aquel tiempo; más como el elemento popular estaba poco desarrollado en Extremadura, su levantamiento vino a ser una lucha entre nobles; lo mismo que en Andalucía, donde Ubeda, Jaén, Baeza y Sevilla fueron teatro de sangrientas escenas promovidas por los bandos de Carvajales y de Benavides, de Ponce de León y de Guzmanes (11l). Ningún apoyo directo sacaron las ciudades castellanas de la convulsión de las poblaciones extremeñas y andaluzas; tampoco salió de ellas robustecido el poder del trono, porque en los disturbios de los magnates no se trataba de obedecer, sino de quien había de mandar. Y es cierto que, predominando la independencia feudal entre los andaluces y extremeños, alzados los castellanos en defensa de sus fueros municipales, pudo decir exactamente un contemporáneo de aquellas turbaciones "que desde Guipúzcoa hasta Sevilla no se encontraba población donde fuese acatada la voz de Carlos V."

Párrafo escrito en 1850 que aún tiene gran interés y sobre el cual conviene hacer algunas precisiones. Ferrer del Río -como en general todos los historiadores, con la excepción de algunos hijos de tierra comunera-
confunde las comunidades de ciudad o villa y tierra con los municipios, instituciones que el preciso distinguir en la historia castellana. Sus agudas observaciones sobre Andalucía y Extremadura son extensibles a todos los países de la corona de León, pues las estructuras sociopolíticas andaluzas y extremeñas son prolongación por el sur de la Península de las genéricamente leonesas; y lo mismo se puede decir de las toledanomanchegas y las murcianas. Por ello, porque el elemento popular tenía poca fuerza en León, aunque más que en Andalucía, Extremadura, La Mancha y Murcia -y más también que en Asturias y Galicia-, los grandes señores fueron principales protagonistas en las tierras leonesas. En León, la lucha fue en gran parte una contienda entre Guzmanes y Lunas; en Zamora, donde el obispo, por móviles personales tomó bando con ardor, se manifestaron las rencillas entre éste y la casa de Alba de Liste; en Valladolid, ciudad con abundante clase media funcionarios, comerciantes, renteros y artesanos- que participó muy activamente en la lucha, brotaron también rivalidades entre el conde de Benavente, Girón y el Almirante; en Palencia terminó imponiéndose el poder señorial del obispo (12). . . En Salamanca y Medina del Campo es donde, dentro del reino de León, el movimiento presentó carácter ampliamente democrático: En aquella probablemente por herencia de la vieja comunidad y por influjo intelectual de la Universidad; por su condición de importante centro mercantil en Medina, municipio sin comunidad con otros, que tuvo trato comercial con el extranjero y algunas semejanzas con las ciudades hanseáticas, lo que le dio un espíritu de independencia burguesa que se refleja en el lema de su escudo: "Ni el rey oficio, ni el Papa beneficio".

En Toledo el alzamiento tuvo el carácter de una frontal rebelión contra el absolutismo imperial, que se manifiesta en una carta del cardenal Adriano de Utrecht a Carlos V en la que le informa que los de Toledo se afirman pertinazmente por gobernarse en libertad. En Segovia, donde aún quedaban vivas muchas raíces democráticas auténticamente comuneras, la rebelión fue amplísimamente popular y la solidaridad alcanzó niveles no igualados en ningún otro lugar; en ella participaron tanto la Ciudad como los pueblos de la Tierra. Otro tanto ocurrió en la Comunidad de la Villa de Madrid y su Tierra. También secundaron el movimiento las merindades de Castilla Vieja, en las montañas de Burgos (hoy provincia de Santander). Hubo luchas en
Guipúzcoa, donde la mayor parte de las ciudades se enfrentaron al corregidor nombrado por el Consejo Real. En Alava el conde de Salvatierra, jefe de los comuneros alaveses, fue nombrado por la Junta capitán general del Norte de España.




(7) A los "condes de Chinchón" pasó después la herencia de este presatorio atropello, famoso en la historia segoviana.

(8) Manuel González Herrero: "Segovia: Pueblo, Ciudad y Tierra" (Segovia, 1971). Esta interesante monografía es la mejor historia hasta la fecha publicada sobre una auténtica comunidad castellana.

(9) Aunque fueron elegidos presidentes el caballero toledano Pedro de la Vega y el deán de Avila, existía en medio de la reunión un pequeño banco donde se sentaba un tal Peñuelas, pelaire de la ciudad, que con una vara en la mano indicaba al orador que podía usar la palabra, lo que muy a mal tomaron los señores principales allí presentes

(10) Año de la conquista de México-Tenochtitlán por las tropas de Cortés y sus aliados tlaxceltecas.

(11) Es de notar la estirpe leonesa de todos estos apellidos


(1 2) El obispado de Palencia, como el abadengo de Sahagún de Campos, fue uno de los poderosos señoríos eclesiásticos de la región leonesa. El obispo palentino ganó a la ciudad el pleito sobre la prerrogativa del voto en Cortes.

Anselmo Carretero Jimenez

Diario16 abril 1979

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